La llegada de la primera aeronave tucumana, de propietarios tucumanos llegó a tierras tucumanas el 9 de marzo de 1920. Su llegada se produjo en pleno trajín electoral pero eso no opacó su trascendental aparición para los amantes del vuelo. El proceso tuvo muchos inconvenientes, como falta de combustible y hasta el reemplazo de la nave original, que sufrió graves desperfectos en su viaje. En la tarde del 10 de marzo la gallarda nave apareció en el aeródromo Benjamín Matienzo y “una muchedumbre boquiabierta contemplaba el aparato, ansioso de volar, estos atemorizados, aquellos, por las leyendas fantásticas que se ha hecho sobre la aviación y por la impresión que reciben al pensar en la elevación sobre los aires”. Una tenue llovizna hizo que la pista estuviera “pesada”. La elección del primer pasajero para aquel vuelo de bautismo puso en evidencia la tensa, pero caballerosa, relación que tuvieron el doctor Nicanor Posse, titular del Aero Club, y el piloto y capitán de la Real Fuerza Aérea, Holland. La mirada escrutadora del inglés estaba haciendo su selección entre el público. Mientras Posse, quizás con su ímpetu deportivo y aventurero, esperaba ser elegido. No. No fue él ni alguien que él hubiera elegido. La selección recayó en el cronista de nuestro diario Eduardo Alonso Crespo, quien por primera vez subía a un avión. Su relato decía: “a medida que la nave asciende, van disminuyendo paulatinamente las figuras que se divisan en tierra, mientras se consiga advertir el detalle de las líneas generales. Un plano catastral, la fotografía de una población tomada a vuelo de pájaro, constituyen el cuadro que se presenta ante el viajero al volar sobre una ciudad y sus alrededores”. Algunas maniobras generaron preocupación en el pasajero que relató: “un viraje sobre la derecha y el aparato se inclina considerablemente sobre el mismo lado, acongojando al pasajero que piensa en una falla grave del motor o en una aventura del intrépido piloto”. Finalmente tras algunos minutos en el aire se produjo el regreso y se presentó ante nuestro cronista la maniobra final: el aterrizaje. La impresión, según el relato, no fue tan “desfavorable como dicen muchas personas que han volado” para seguir “es el primer golpe en el descenso, que produce un efecto idéntico al del viraje. Después, la nave continúa descendiendo hasta llegar a tierra, con la suavidad del ascenso”. El primer pasajero consideró que fueron molestos el ruido del motor y los golpes de aires en la cabina. Ambos inconvenientes fueron atenuados “mediante la elevación de los tabiques de la cabina con gruesos cristales”. Pese a todo hubo otro vuelo más con pasajero y terminó la jornada. Para el día siguiente se anunciaban los vuelos con pasajeros en general pero no se realizaron por la falta de combustible y otros inconvenientes.
La aeronave fue muy esperada. En los días previos diversos inconvenientes se conjugaron para retrasar su llegada varios días. “A causa de la falta de nafta, el Airco contratado por el Aero Club no pudo llegar a esta ciudad el día que anunciamos en nuestras pizarras, debiéndose detener en Santiago del Estero”, así relataba nuestros diario las peripecias de aquel viaje el 9 de marzo de 1920. La nave, de acuerdo al contrato firmado en diciembre, debería haber llegado antes del 31 de enero cosa que como vemos no ocurrió. La estadía en Santiago se extendió tanto que hubo que cambiar de nave ya que la primera sufrió serios desperfectos que obligaron a reemplazarla por otra que llegó tres días más tarde y que fuera la que en definitiva vino a nuestra provincia. La nave fue pilotada por el teniente Mayne, en vez del mayor Shirley Kingsley, quien fue el vendedor. Mientras era esperado el Airco nuestro diario, del 5 de marzo, señalaba que “el aparato que realizó los vuelos durante la tarde de ayer, ha sido contratado especialmente por el doctor Posse, para hacer propaganda política”.
Las circunstancias hicieron complicado aquel debut de la aeronave en Tucumán. Todo estaba listo, el entusiasmo del público era importante pero el inicio de los vuelos no fue posible ya que se anunció que la “nafta colorada” que venía de Córdoba no había llegado. Frustración. Pero Posse anunció que si llegaba el combustible los “vuelos de bautismo” estaban asegurados. Nuestro diario aprovechó ese anuncio para pedirle a la policía que ante la “aglomeración” de público que se iba a dar ante este evento se disponga un operativo de seguridad “para evitar posibles accidentes en los aterrizajes”. Al parecer los problemas no se resolvieron aunque llegó el combustible la aeronave presentó una serie de inconvenientes y al aterrizar luego de unos vuelos el 14 de marzo de 1920 el tren de aterrizaje sufrió “graves desperfectos”. No hubo víctimas. Esta situación colmó la paciencia del titular de Aero Club, Posse y lo llevó a “rescindir” el contrato con la empresa que entregó el Airco “por los continuos contratiempos sufridos con esa aeronave”.
Ante ello, Holland y el mecánico Pound partieron a Buenos Aires en busca de otro avión al igual que Posse poco después.
La decisión de Posse se cumplió al pie de la letra y poco menos de un mes después, el 5 de abril, llegó a Tucumán la nueva aeronave, un Avro. La adquisición de este avión fue recomendada por el presidente del Aero Club Argentino, Alberto Macías y otros pilotos consultados. La máquina tenía una planta impulsora de 150 H.P. La llegada se produjo a las cinco de la tarde “entre las obscuras nubes que cubrían la ciudad”. Al mando del avión estaba el capitán Holland quien realizó algunas maniobras y piruetas sobre la capital tucumana, hecho que atrajo a los tucumanos. En aquella jornada se anunció que al día siguiente se iban a iniciar los vuelos con pasajeros. Esa historia merece contarse en otra oportunidad.
La primera foto aérea de la capital tucumana fue lograda por nuestro fotógrafo Luis Alfredo Posse (h) el 7 de abril de 1920, tras un vuelo de media hora realizado por la mañana. La imagen fue tomada desde la esquina de Santiago y Catamarca a unos 500 metros de altura.